402 – Mis libros del 2017

Aclaración obligada y pertinente: esta lista no se restringe a libros publicados en 2017, ni pretende destacar entre ellos a los mejores. Para atreverme a ese tipo de lista tendría que leerlo todo, tener una opinión a prueba de fallas y un sentido de atribución crítica al cual no pretendo aspirar.

The Night Ocean de Paul La Farge (Penguin Press)

Puede uno pensar que esta es la historia de Marina Willett, psiquiatra y narradora, tratando de investigar la misteriosa desaparición de su marido Charlie, un escritor obsesionado con la vida de H.P. Lovecraft. Pero también es la historia de Lovecraft, y la de su amigo (¿amante?) Robert Barlow, académico y experto en los aztecas, maestro de William Burroughs, quién murió (¿o no?) en la Ciudad de México en 1951. ¿O es la historia de L.C. Spinks, escritor, fan desmedido de la edad dorada de la ciencia ficción, cuya vida fascinante los envuelve a todos? La Farge crea una historia ambiciosa e imaginativa, sobre el poder de la literatura para recrear el mundo, para descubrir la verdad o para ocultarla. Una suerte de palimpsesto virtual de historias, anécdotas, diarios, libros apócrifos, poemas, verdades a medias, historia, romance y venganza. Una de las mejores novelas de la última década.

La ciudad blanca de Karolina Ramqvist (Anagrama)

Al inicio está Karin una mujer sola y su bebé en una casa desolada en un paisaje invernal. Su pareja, jefe de una banda criminal murió, no sabemos cómo. Karin está en duelo que no sabemos si es por él, su estilo de vida, la casa que está a punto de perder, la juventud y vida perdidas o las amigas que ya no están. Hay un trasfondo de misterio, pero Ramqvist revela poco, mira a Karin con fascinación, absorta en solucionar sus necesidades más elementales, casi desvalida, incapaz de escapar de una vida que se ha vuelto una trampa. Un thriller psicológico construido mediante una extraña tensión suspendida en el aire gélido de sus paisajes invernales.

El expreso de Tokio de Seicho Matsumoto (Libros del Asteroide)

Este clásico japonés de la novela negra ha sido llamado el Simenon nipón. El libro inicia con lo que parece el suicidio de dos amantes. Jutaro Torigai, un policía local, mira la “verdad” oficial con desconfianza. Torigai comparte sus sospechas al subinspector Mihara de Tokio y juntos deciden echar otro vistazo. Matsumoto construye un laberinto con una estrategia distinta al policial occidental, sus detectives van desentrañando el misterio sin aparente urgencia, con una elegancia meticulosa que resulta no sólo inteligente sino muy emocionante.

Chemistry de Weike Wang (Knopf)

Una estudiante de posgrado enfrenta su amor por la ciencia y la química con la ausencia de la misma en todas sus relaciones humanas. Wang escribe un diario íntimo, a veces divertido, a veces desolador, sobre la presión académica, la lealtad familiar, la soledad y el amor que se escapa entre las grietas en que inadvertidamente construimos en la vida. Un libro extraño, memorable y conmovedor, que nos hace reír mientras nos preguntamos si no deberíamos estar llorando.

Clavícula de Marta Sanz (Anagrama)

Un detonador universal: el dolor. Un dolorcillo indeterminado que aparece durante un viaje de la autora. Sanz acompaña su padecimiento y la penosa investigación médica para identificarlo compartiéndonos el libro que va leyendo, sus desventuras en el viaje, las cosas que dan salud y bienestar y las que no. Fragmentos cortos, líricos o humorísticos, casi siempre inquietantes, donde los mejores momentos son tangenciales al dolor: una entrañable visita a sus padres, su relación con su marido o los avatares de los festivales literarios.

Clean Room de Gail Simone, John Davis-Hunt, Quinton Winter (Vértigo)

En la primera entrega de esta densa y perturbadora novela gráfica, Simone nos conecta con religión pseudocientífica (que recuerda en más de un aspecto a la Cienciología), y a un universo lleno de monstruos y alucinaciones, que pueden ser reales (o no). Una periodista investiga el suicidio de su novio, ligado con el culto religioso inspiracional de la gurú Astrid Mueller. La inteligencia de Simone y el arte de Davis-Hunt consiguen impactarnos más de un sólido puñetazo, mientras nos arrastramos, sin aliento, página tras página incapaces de abandonar.

El nombre del juego es muerte de Dan J. Marlowe (La Bestia Equilátera)

A la altura de lo mejor escrito por Hammett, Chandler o James M. Cain. Inicia con un asalto bancario y sigue las desventuras de Chet Arnold, narrador y antihéroe, mientras evade la justicia e investiga lo que sucedió con su cómplice Bunny. Marlowe destierra por completo la idea del conflicto moral, su narrador cuenta lo que le sucedió y lo que él hizo a consecuencia de ello, y todo cobra sentido.

Desarticulaciones de Silvia Molloy (Eterna Cadencia)

Molloy hace un recuento de sus visitas a ML, una vieja amiga que ahora padece Alzheimer. En la exploración de la memoria de ML, Molloy hace lo propio, constatando el frágil tejido que constituye nuestra identidad y lo que llamamos “vida”. Un testimonio breve, lleno de amor y nostalgia que nos hace preguntas, a veces incómodas, sobre el pasado y la fugacidad de la existencia.

Libros destacados:

Tiburón de Edmundo Paz Soldán (Almadía), Lamia de Rayco (Astiberri), The vegetarian de Hang Kang, La Uruguaya de Pedro Mairal (Emecé), Momentos de Inadvertida Infelicidad de Francesco Piccolo (Anagrama), Memory de Donald Westlake (Hard Case), No voy a pedirle a nadie que me crea de Juan Pablo Villalobos (Anagrama), Non-Places de Marc Augé (Versobooks), , I’m thinking of ending things de Iain Reid (Simon and Schuster), On Street Photography and the poetic image de Alex y Rebecca Webb (Aperture), Bystander de Colin Westerbeck y Joel Meyerowitz (Laurence King).

Twitter @rgarciamainou

Para El Economista, Arte Ideas y Gente del miércoles 3 de enero del 2018

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