388 – Cómo comunicamos en tiempos de crisis

Dice el lugar común de todas las citas sobre crisis, que en chino la palabra crisis significa oportunidad. Esto lo dijo John F. Kennedy y de ahí pasó al vox populi de la charla de autoayuda y con el advenimiento de las redes sociales, a los memes, tuits y posts de Facebook.

Es tan repetido que se da como verdad absoluta. Implícito que los chinos tienen una gran sabiduría ancestral (después de todo inventaron la pólvora) y saben que no hay mal que por bien no venga y todos los momentos difíciles son semillero para un mejor porvenir.

Foto EFE

El problema es que la palabra crisis no significa “oportunidad” en chino. Crisis en mandarín, está definida por wei-chi. Wei significa peligro y Chi, muchas cosas, entre ellas “momento”. Por lo que Wei-chi no es “oportunidad para sacar provecho al peligro” sino “momento de peligro”.

La aclaración se la debo a una interesante entrada que Manuel Delgado escribió en su blog hace algunos años. Haciendo a un lado el dudoso optimismo con que se prefiere barnizar el momento difícil para transitarlo de mejor ánimo, una crisis sigue siendo eso: un momento de peligro.

Es claro que una coyuntura en que parte del país y de nuestra ciudad más grande son afectadas por un sismo brutal, mientras otras apenas toman aire, entre un huracán y otro, encaja perfectamente en la definición de momento crítico.

¿Y cómo reaccionamos los mexicanos en momentos de crisis?

Reaccionamos de muchas maneras. Algunos, muchos, ayudan en forma física, económica y moral. Nuestra parte solidaria, muchas veces dormida en el letargo y la apatía cotidiana, toma el control y se pone al servicio de los demás.

En otros se despierta aquello de la “oportunidad” como una situación a la que sacar provecho:  momento ideal para saquear, hacerse pasar por inspector o rescatista y estafar al ingenuo que espera le dictaminen la grieta del baño.

Los mexicanos sacamos lo mejor en los momentos difíciles, y nos enorgullecemos de ello repitiendo que si así

fuera todos los días seríamos el mejor país del mundo. La angustia conecta con el heroísmo y las emociones nos desbordan. Nos volvemos el país de Supercan, o el Paw Patrol (para buscar una referencia más contemporánea) donde no hay mayor símbolo del altruismo que esos nobles animales que se cuelan entre ruinas buscando sobrevivientes.

Y también sacamos lo peor, los chismes, las denuncias, los reclamos y el provecho político. Los partidos políticos vestidos de falso altruismo para ser los primeros en generosamente donar el dinero que los mexicanos les dimos, como si fuera el mayor acto de grandeza.

El PRI que lleva dentro un chip del oportunismo orgullosamente hecho en México, anuncia que está dispuesto a que se done el 100% de los recursos destinados a las campañas. Sabedor que tiene disponible la alcancía opaca de los gobiernos estatales para sacar ventaja a sus rivales en la elección del próximo año.

Algunos repiten noticias positivas en redes sociales, sean estas verdad o no, mientras otros repiten negativas, verdad o no. Se dispersan manifiestos e instructivos para manejar la información de manera responsable: desde verificar la fuente, confirmar la información, dudar de lo que se dice, y actualizar la información cuando esta no puede ser verificada o se prueba errónea.

Y no obstante el esfuerzo, las emociones son más fuertes que la mirada crítica. ¿Quién puede tener una mirada crítica con los ojos llenos de lágrimas?

Se pide ayuda a sitios que no la necesitan, se dispersan acusaciones, rescates ficticios al igual que tragedias ficticias, memes burlones y acusaciones de mala leche por resentimiento o revanchismo. El dedo va más rápido a compartir y retuitear que al teclado a buscar confirmación. Es más fácil reenviar “por si las moscas” que asegurarse de que el mensaje que enviamos es correcto. Especialmente cuando queremos compulsivamente conectar con los demás.

La gran Frida

En los momentos de crisis la mirada se pone sobre los sucesos con mayor interés y escrutinio, y sin embargo somos los primeros en ahogarnos en el ruido provocado por la repetición incesante de información/desinformación/emoción/preocupación/orgullo/tristeza. Un ruido que impide la visibilidad como el polvo que se levanta de un derrumbe.

Hace unos días, alguien ponía en twitter que disculparan el “hate” (odio) pero que no quería ver fotografías de comida o cómo se la pasa bien la gente en sus vacaciones. En una red social donde uno elige qué es lo que ve, demandaba sólo se le informara de aquello que tuviera que ver con su propia visión de túnel emocional: “Estoy pasando un mal momento y no quiero saber nada de gente que lo está pasando bien en el resto del mundo”.

Una ausencia notable en esos manuales para manejar responsablemente la información, está en la mirada crítica. Y la mirada crítica, no se malentienda, no significa buscarle tres pies al perro rescatista y mirar el mundo con ojos entrecerrados y escépticos. Significa ver cada pieza de comunicación que recibimos y preguntarnos: ¿Quién dice esto? ¿Por qué dice esto? ¿Para qué me lo está diciendo? ¿Hay alguna agenda detrás de esa información? ¿A quién ayuda que yo comparta esto?

Twitter @rgarciamainou

Para El Economista, Arte Ideas y Gente del miércoles 27 de septiembre del 2017

One Reply to “388 – Cómo comunicamos en tiempos de crisis”

Comments are closed.