361 – El viaje final de Chuck Berry

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En un momento clave del baile de secundaria donde tiene que hacer que sus padres se enamoren, Marty McFly toma la guitarra eléctrica y pide a la banda que le siga el paso mientras toca un “clásico”. La rola pone a bailar a toda la escuela mientras uno de los músicos corre al teléfono y llama a su primo Chuck:

– Escucha Chuck, soy tu primo Marvin…creo que este es el sonido que estabas buscando.

En el mundo inventado por Robert Zemeckis, McFly se vuelve, vía una paradoja temporal, en el padre del Rock’n’Roll. En el nuestro, el padre falleció hace unos días a la edad de noventa.

Después de su muerte, circuló en Twitter la reproducción de la carta de felicitación que Carl Sagan y su mujer Ann Druyan le enviaron a Berry en 1986 por su cumpleaños 60. Un texto formal pero igualmente conmovedor.

Su canción “Johnny B. Goode”, esa que en un mundo paralelo Berry había escuchado de McFly que la aprendió de Berry, se había incluido en los discos de la nave Voyager de la NASA.

En el fondo de Louisiana cerca de Nueva Orleans

En lo alto del bosque entre las siempre verdes

había una cabaña hecha de tierra y madera 

vivía un chico campirano llamado Johnny B. Goode

que nunca aprendió a leer o escribir bien 

pero podía tocar la guitarra como si fuera una campana

“Cuando te dicen que tu música vivirá por siempre, usualmente puedes estar seguro que exageran…pero el Voyager está a dos mil millones de millas de la tierra en dirección a las estrellas. Y los discos que lleva durarán mil millones de años o más”, dice la carta de los Sagan.

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¿Quién hubiera pensado que ese niño que nació en uno de los barrios segregados clasemedieros de San Luis Missouri llegaría a otras galaxias? La segregación racial era tan marcada en el Missouri de 1929, que Berry no vio su primer hombre blanco hasta que tenía tres años: un grupo de bomberos. Una anécdota que recordó varias veces a lo largo de su vida. “Pensé que estaban tan asustados por el incendio que habían palidecido, Papá me dijo que eran gente blanca y que su piel era siempre blanca, día o noche”.

Berry fue aprendiz de carpintero y de fotógrafo, cantaba, como muchos niños de su edad, en el coro de la iglesia. Después tuvo la oportunidad de asistir a la primera preparatoria para estudiantes de raza negra al oeste del Mississippi, donde tuvo su primer éxito en el festival de talentos de la escuela. Una canción blusera que no fue vista con agrado por sus maestros pero que le granjeó popularidad entre los estudiantes, despertó su interés por aprender guitarra.

Chico conflictivo, nunca se destacó en lo académico. En un viaje de pinta con dos compañeros decidieron hacerse de dinero asaltando tiendas en Kansas City. Con una pistola que se encontraron en un estacionamiento robaron una pastelería, una tienda de ropa y una barbería antes de ser arrestados y condenados a diez años de cárcel.

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Su edad adulta empezó a los 21 cuando fue liberado por buen comportamiento. Regresó a su casa, trabajó en construcción y como fotógrafo y como intendente de una agencia de autos. En 1951 se incorporó a la banda de un compañero de escuela y poco después el trío de jazz de Johnnie Johnson.

Pronto empezó a participar en giras donde conoció a leyendas como Muddy Waters, puerta de entrada a Chess Records. Su primera propuesta a los ejecutivos de la disquera fue “Maybellene”, una suerte de country blues sobre una carrera entre dos autos, un Cadillac y un Ford. En Chess lo firmaron de inmediato y meses después, su canción estaba en el número uno de R&B. Para muchos historiadores, “Maybellene” es la primera canción de auténtico Rock’n’Roll.

Además de la guitarra distintiva, lo suyo era el sentido del humor y el ingenio. Pasó de la preparatoria al reformatorio, pero a los treinta daba voz al romance adolescente de una manera que a la música anterior nunca le interesó. Del enamoramiento adolescente a la separación amorosa entre adultos (evocando el doloroso divorcio de sus padres); la música de Berry conectó con las emociones de la generación de la posguerra.

Mientras iba en el bus urbano y encontraba un asiento

Creí ver a mi futura esposa caminando por la calle

Le grité al conductor “Hey, baja la velocidad, creo que la veo

por favor, déjame bajar del bus

Nadine, cariño, ¿eres tú?

Su música estaba llena de lo urbano y lo cotidiano: de automóviles, choferes, nombres de ciudades, bebidas y estaciones de autobuses. Una celebración de lo “americano” que persistió a pesar del desencanto de los años sesenta.

Photo: NASA

Como muchos pioneros, nunca alcanzó el éxito que tendrían sus sucesores. Su música temprana impregnó una generación entera, de los Beach Boys a los Beatles, de los Stones a Dylan, de Elvis a Springsteen. En 1987 escribió su autobiografía de su puño y letra, sin necesidad de “escritores fantasma” (el término “negro literario” suena desafortunado en el contexto).

De la cárcel, a la cual volvió dos veces más, hasta tocar frente a diez mil personas en Las Vegas a los 83, el músico recibió todo tipo de honores y reconocimientos en sus últimos años. Y mientras su mayor éxito cruza los abismos de la vía láctea, no me queda duda, que el padre del Rock’n’Roll, ya lo acompaña en el viaje.

Twitter @rgarciamainou

Para El Economista, Arte Ideas y Gente del miércoles 22 de marzo del 2017

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