Sólo porque estés paranoico no significa que no vayan por ti
Joseph Heller
Los monólogos de Stephen Colbert se han vuelto más largos. Desde el día de la elección en que fue el único programa de comedia nocturna que se atrevió a transmitir en vivo los resultados, Colbert se ha vuelto una suerte de voz catártica para la estupefacción que produjo en más de cincuenta millones de estadounidenses (y algunos otros de extranjeros) la victoria de Trump.
El programa en vivo se transmitió via Showtime, uno de los canales de cable premium, porque CBS, su sitio habitual, estaba cubriendo el conteo y los resultados electorales. Colbert pretendía hacer de su programa una fiesta para celebrar a la primer mujer presidente. Tenía un desfile de invitados y un programa enteramente escrito y planeado para la victoria.
No hubo mucha comedia esa noche. El público que abarrotaba el Teatro Ed Sullivan de Nueva York quedó en silencio, y el conductor tuvo que improvisar. No chistes sosos y gags para tratar de sacar adelante la hora de transmisión, sino algo mucho más interesante. Tuvo que improvisar reflexionando en voz alta, con su humor inteligente, sobre lo que estaba pasando.
Durante meses, el programa de Colbert fue uno de los sitios que más ácidamente se burló de Trump y la campaña de Trump. También de la de Clinton, hay que decirlo, pero nunca en igual proporción. Por su hora nocturna desfilaron Michelle Obama y el vicepresidente Biden, cantantes, músicos y actores. Incluso el ahora vilipendiado Nate Silver, creador y coordinador del sitio web de predicción estadística FiveThirtyEight que todavía el martes por la mañana daba a Clinton 71% de probabilidades de ser la próxima presidente del país (y era menos optimista que el grueso de las encuestas).
Quizá el único otro programa de la televisión abierta en afilar el lápiz contra Trump con igual ferocidad y lucidez (aunque menos elegancia) era el Late Night de Seth Meyers para NBC. Jimmy Kimmel había apostado por el humor fársico en ABC, con sus secuencias editadas de Drunk Donald y Coked-up Donald (reproduciendo discursos de campaña de Trump, primero con cámara y audio lento, y después en alta velocidad). Jimmy Fallon había optado por el humor ligero y suave en su Tonight Show, donde los chistes siempre eran bobos, equilibrados, fáciles y sin polémica.
El miércoles, el programa de Colbert volvió a ser grabado y transmitido en su cadena regular. Su monólogo duró casi veinte minutos, y fue una lección de cómo buscar catársis a través del humor. Mientras algunos estadounidenses protestaban en las calles, y otros se deprimían en casa, Colbert decidió continuar el asalto a la retórica insultante, hipócrita y grosera de Trump.
Ese primer monólogo incluyó una intervención de Dios (quien aparentemente se había distraído viendo Narcos en Netflix durante la elección). El momento memorable fue la recolección que el jefe de piso del estudio hizo del diálogo que tuvo con sus hijos esa mañana. Su hijo pequeño lloraba porque Trump había ganado. El jefe de piso decidió explicarle que el trabajo de Presidente no era tan importante.
El jueves en la noche, el monólogo de Colbert fue impresionante. Recapituló la primera visita de Trump a la Casa Blanca y algunos chistes inspirados en el posible gabinete de Trump. Entonces mencionó Omarosa Manigault, la mujer de color que fue contratada por la campaña de Trump como contacto con el electorado afroamericano. En una entrevista para The Independent Journal Review, Omarosa explicó cómo todos aquellos que habían criticado a Trump, que habían hecho chistes sobre él, se iban arrepentir y tendrían que ir de rodillas a pedir perdón cuando fuera presidente. “Mr. Trump tiene muy buena memoria y estamos haciendo una lista…qué bueno que cuando lleguemos a la Casa Blanca sabremos quiénes son nuestros enemigos”.
Terrorífico.
“Fue de cero a Nixon en sesenta segundos”, dijo Colbert y después miró a la cámara con rostro desfigurado por la angustia. “No fui yo, fueron Sam Bee y Seth Meyers! Ellos dijeron esas cosas horribles. Yo estaba bromeando. Salve, oh, líder glorioso… manos gigantes. Tiene manos gigantes!” Dio un paso atrás…guardó silencio y remató “is what a pussy would say” (es lo que diría un cobarde).
Una frase deliberada que también hacía referencia al grab pussy de Trump y a todo el movimiento de protesta Pussy grabs back. Y ahí sentó la primera bandera de libertad de expresión y valor frente a la amenaza, no imaginada, no paranoica, de un presidente inmaduro que en un debate dijo al aire a la moderadora que tomaría represalias con ella si lo trataba mal.
Ante el cinismo arrollador de un futuro nuevo gobierno que legitimó el discurso de odio como plataforma de campaña y lo volvió una receta de triunfo que ha envalentonado a grupos racistas violentos por todo el país. Colbert decidió plantar cara con valor y no dejarse intimidar. Y recibió un aplauso desmesurado y conmovido del público asistente y su equipo. Uno que rebasó los letreros de aplausos y las instrucciones de los animadores.
La primera, valiente y conmovedora, instancia de resistencia mediática, setenta días antes del inicio de la era Trump.
Twitter @rgarciamainou
Para El Economista, Arte Ideas y Gente del miércoles 16 de noviembre del 2016
Me encantó tu columna. Me recordó lo acertado y catártico que fue para mi ver esos dos magníficos shows de Colbert, que tuviste el tino de compartirlos y que ahora con tu escrito le das un excelente acuse de recibo, y en español, para aquellos que no vieron su show
Fallon me encanta pero es como un cachorro labrador. En cambio, Colbert está revolucionando el discurso irónico. De este lado apenas le estamos entendiendo a las inferencias jocosas del Chumel…
Puede ser un labrador, pero me cayó gordo el labrador que sólo jadeaba y daba saltos cuanto tanto estaba en juego en la elección. Sus chistes del día siguiente son tan triviales que uno juraría que lo que hubiera estado en juego son los Country Music Awards
Cuando invitó a Trump fue tan cínico de endulcorar al fascista que me provocó lástima.
Carlos Campos Fue horrible, su mayor réplica fue despeinarlo con mano temblorosa. Ahí cayó de mi gracia.