Como en cada periodo electoral reciente, surge un llamado a que los electores anulemos el voto. El llamado lo hacen organizaciones no gubernamentales, intelectuales, analistas políticos y tu amigo desencantado de las redes sociales. El argumento es que la única manera de manifestar el hartazgo frente al sistema partidista, los candidatos, las reglas electorales, las llamadas filtradas del director del INE, los suceso de Ayotzinapa, la Casa Blanca de Peña Nieto, el despido de Aristegui, la campaña sucia contra El Bronco, las balaceras en una y otra esquina, la propaganda que ensucia un día sí y otro también nuestras calles y opaca conciencia social. El rechazo a la estructura política mexicana soportado en asistir a votar, presentar una credencial vigente, y después anular el voto. ¡Ja!. Eso les enseñará.
Un académico de la UNAM, en un video provocativo y bien producido, argumenta que anular el voto es inútil dentro de la legislación electoral vigente en nuestro país puesto que los votos nulos se eliminan de la contabilidad final. Ganadores, perdedores, presupuesto a los partidos, proporción de diputados de representación proporcional (Pluris), etcétera, se contabilizan de acuerdo al resultado de “votos válidos” y esos no incluyen los nulos.
Analistas como Denise Dresser, aseguran que las aseveraciones del video construyen un mito y que anular el voto “sacude a los partidos de su autocomplacencia” y los lleva impulsar cambios indispensables.
Otros analistas recurren a datos estadísticos. José Antonio Crespo recuerda en un texto que el porcentaje de votos nulos nunca ha superado el 10% (en los años setenta) y ni siguiera causó impacto en una elección intermedia como la de 2009 en que organizaciones dedicaron campañas intensivas a promover la nulidad. Los datos del IFE (ahora INE) señalan que en esa elección los votos nulos sumaron 5.4% (la media de las últimas 7 elecciones es 3.49%).
Buena parte del texto que Denise Dresser publica hace un par de días en Reforma se dedica a desmitificar algunos de los argumentos sostenidos por quienes condenan el voto nulo; como el que este favorezca al PRI, perjudique a los partidos pequeños, sea irresponsable, inocente o sin consecuencia.
Basta leer el artículo de la Dresser como escuchar los puntos señalados por Roberto Duque Roquero en el video La realidad del voto nulo, para tener claro que ambas posturas parten de marcos teóricos distintos. No sólo eso, parten de paradigmas distintos de la responsabilidad ciudadana .
Mientras que para Dresser el voto nulo es una necesidad casi moral, cuya mayor victoria está en la “deslegitimación” del modelo partidista y las reglas del juego; para Duque, las razones son puramente pragmáticas: bajo la legislación actual, anular el voto es tanto como sumarlo a la basura. Son votos que no inciden en el resultado. El sistema político democrático como se entiende en 2015 en México parte de ese resultado para dar voz a algunos, darles poder y dinero y colocarlos en el punto donde ellos y sólo ellos, son quienes pueden cambiar las reglas del juego. La victoria moral contra la victoria en actas.
En Ensayo sobre la lucidez de Saramago, el Nobel portugués especula lo que puede suceder después de una elección donde el 83% de los electores han votado en blanco: la ciudad se paraliza, los medios no encuentran una narrativa y las instituciones gubernamentales se derrumban. La novela de Saramago, como su Ensayo sobre la ceguera, transcurren en la misma improbable ciudad, paradigma del hartazgo ciudadano, el sitio donde las preguntas tipo ¿qué pasaría si…? son respondidas. El what if que sirve como detonador tanto a novelistas de ciencia ficción como a autores de cómic de superhéroes. Una premisa seductora para el lector especulador dispuesto a explorar escenarios llevados a sus últimas consecuencias.
Es muy posible que ese tipo de especulación sólo flote en la literatura de ficción, o en las elucubraciones ingenuas que luego circulan las redes sociales. En la demostración matemática de Duque, queda claro que el voto nulo, por lo menos en las leyes electorales vigentes, sí favorece al PRI (o en su caso al partido mayoritario), sí perjudica a los partidos más pequeños (aquellos que buscan el registro), un punto que Dresser no consigue refutar.
Quizá el problema fundamental del voto nulo, es que este no lleva el mensaje que sus apologistas quieren que lleve. Para el INE, un “voto nulo es aquel que no reúne los requisitos legales para ser válido”. Aunque en otro países el voto en blanco recibe otro tipo de reconocimiento, similar a un plebiscito donde el ciudadano puede manifestar su rechazo los candidatos ofrecidos; en México el voto en blanco es para todos casos, semiótica, política y prácticamente nulo.
Podemos ponerle a ese 5% todos los calificativos que nos gusten, podemos atribuirle voluntad de rechazo, indignación, y molestia ciudadana, pero lo cierto es que su significación es indistinta de la boleta que fue marcada por error, marcada más de una vez o cualquiera de las otras causas legales de nulidad. Su fuerza, si lo tuviera, se diluye en su propia polisemia indistinguible.
Y seamos claros. A los partidos no les importa un pepino esa legitimidad perdida, ese rechazo velado, ese pudor electoral y político. Ese ciudadano puede decir yo no juego con esas reglas y no importa. Porque las reglas determinan al gobierno, y el gobierno las reglas, y estas son obligatorias hasta para el que se levanta de la mesa y no quiere jugar.
Miro la probable boleta electoral de mi distrito y me queda claro que no suscribo a ninguno de los candidatos, que no me convence su postura política, su respaldo programático, sus ideas, sus promesas fáciles y difíciles, su trayectoria o sus posibilidades de hacer algo distinto. Leo al reverso las listas de legisladores pluris que apoyaré con mi voto, y no hay lista con nombres que invoquen la náusea o representen directa o indirectamente lo contrario de lo que pienso. Y sin embargo, me queda claro que la tarea que nos deja el disenso es más compleja que dejar la boleta en blanco (para ser marcada por un vivales) o tacharla toda con alguna leyenda ingeniosa. ¿Qué candidato llevará a un mejor equilibrio, pluralidad y rendición de cuentas? ¿Es ingenuo pensar que alguno hará un ápice de diferencia? No se trata de disyuntivas de voto de castigo o voto útil. Para ser útil, el voto debe primero contar.
Twitter @rgarciamainou
Para El Economista, Arte Ideas y Gente del miércoles 27 de mayo del 2015
Totalmente de acuerdo https://t.co/trGG08Rsd6
la razon por la que el voto nulo “no cuenta” es porque no hay cultura que convenza a anular a ese 40% del mercado que no vota
Si ese 40% votara, lo haría en proporción al resultado. El voto nulo nunca pasaría del 5-7%.
parece que partimos de suposiciones extremas. Mucho (no todo, lo acepto) del abstencionismo es voto nulo fuera de mercado.
Pero mi argumento es otro. El voto nulo, al sumar errores con protestas, no es el “mensaje” que buscan los anulistas.
vamos a ver en Nuevo Leon, ahi veremos si el abstencionismo sube o baja con El Bronco, y si baja en proporcion como dices
no confunda el voto de protesta con el nulo (que es una categoría técnica).
por favor explique la diferencia (tecnica y practica)
La estadística presupone que los que se abstienen se comportarían en distribución similar si votaran.
La explicó en el texto. El voto es clasificado “nulo” por las reglas del INE. Suma los que votaron incorrectamente y los demás.
esa “estadistica” informa a los partidos politicos que el voto duro es el que cuenta, y ese voto solo sabe de vales y hueso
El abstencionismo no es igual a protesta, es un fenómeno distinto.
No me refiero a esa “estadística” sino a la ciencia.
tecnicismo,la explicacion practica es que ese “voto de abstencion” no vale la pena convencer, un voto nulo si valdria la pena
No entiendo su argumento
De acuerdo, pero es ese 40% al que se dirigen los anulistas. Sin ese 40% los partidos seguiran tras voto duro, #valesyhueso
Los anulistas nunca convencerán a los abstencionistas, porque leen mal el fenómeno.
quiero ver la ciencia que demuestra que el 40% de abstencionismo sr repartiria propircionalmente, me interesa mucho
quiero aprender a leerlo
Es el principio básico de representatividad de la muestra estadística (si se hizo bien).
Ya escribiré otro día sobre abstencionismo. Saludos
Bien, me interesará leerlo. La disrupcion cuestiona viejos supuestos, esa es la base de mi argumento. 2015 sera disruptivo.
Por ultimo: echale un ojo a las encuestas y resultados en reino unido de hace un par de semanas
RT
Dresser no logra refutar a Roberto Duque https://t.co/T1YhAySV6p