Frente al interés de la muy sonada House of Cards de Netflix, Amazon ofrece Bosch, un policial basado en las novelas de Michael Connelly, cuyo piloto estuvo disponible a manera de muestra desde hace un año vía sus servicios streaming.
Extraña que siendo Connelly un autor tan popular (sus casi dos novelas anuales suelen frecuentar la lista de libros más vendidos), sea apenas la tercera adaptación suya en llegar a la pantalla. Previamente, Clint Eastwood hizo una entrega atractiva pero trivial de Blood work; y Matthew McConaughey protagonizó una versión deslucida pero eficaz de The Lincoln Lawyer.
Sin embargo, la serie de novelas más exitosa y longeva de Connelly, la del detective Harry Bosh (17 libros de 1992 al 2015), no había llamado la atención de Hollywood o los estudios de TV, hasta ahora.
La ficción de Connelly transcurre casi en su totalidad en Los Angeles (una excepción es su obra maestra: El poeta). El autor lleva a cuestas cuatro distintas series de novelas, y los personajes de estas suelen entrecruzarse en las páginas de las otras, ofreciendo al lector frecuente la sensación de pertenencia a un mismo universo noir.
Sus policíacos han recibido la etiqueta de hardboiled, ese subgénero de la novela negra que contrapone la frialdad cínica de los primeros detectives, con una atmósfera opresiva que suele ser rebasada la intensidad emocional de sus personajes. Connelly escribe novelas eficaces, soportadas por una investigación cuidadosa de los procedimientos y el argot policiaco, pero a veces, en sus entregas más flojas, pareciera que lo noir es un mero decorado: una ambientación que da sabor e intensidad a los misterios que enfrentan sus detectives.

No cabe duda que Connelly le debe mucho a la tradición noir de Los Ángeles, pero también a una de sus figuras dominantes en las últimas décadas: James Ellroy. No sorprende descubrir que en el pasado de Harry Bosch pese el asesinato de su madre, en circunstancias que de inmediato recuerdan Mis rincones oscuros, la novela autobiográfica de Ellroy.
La burocracia policial, los intereses cruzados entre la política, los procedimientos e intereses de los fiscales, las ramas federal y local de la policía, son ingredientes comunes en sus narrativas, pero ahí se acaba cualquier paralelismo. Pues frente a los personajes autodestructivos, de moral comprometida y rota de Ellroy, donde la etiquetas no tienen cabida, Connelly nos propone protagonistas heroicos. Misioneros capaces de romper las reglas y jugar duro, pero nunca de quitarse de la mente el hacer justicia, honrar a las víctimas, el hacer lo correcto.
Como personaje literario, Bosch siempre me pareció antipático: un veterano de Vietnam, peleado con la mitad de sus colegas. Dispuesto a todo por resolver sus casos. Rígido. Casi amargado. Su carácter conformado por una suma de lugares comunes del género tamizados por la prosa dúctil de Connelly.
Es por ello que la primera sorpresa grata de la versión televisiva, venga a cargo de un espléndido Titus Welliver, quién convierte el personaje en un policía creíble, con sentido del humor, ironía, inteligencia y aunque lleno del mismo sentido de reivindicación moral, esta funciona mejor integrada a su personalidad. La ausencia de un narrador recordándonos las motivaciones de Bosch, cambia el panorama por completo.
Desarrollada por Eric Overmyer, uno de los protegidos de David Simon, con quien colaboró en Homicide: Life on the Street, The Wire y Treme, la serie rejuvenece a Bosch, lo vuelve veterano de las guerras más recientes de EEUU, y nos coloca en un punto medio en la temporalidad de las novelas de Connelly. La primera temporada combina tres de estas: La rubia de concreto (Concrete Blonde), Ciudad de Huesos (City of Bones) y Echo Park. Lo que enriquece la trama tanto para quien ya leyó los libros, como para quien por primera vez se asoma en el mundillo de Bosch.
Hay referencias a otros libros, anécdotas, flashbacks, y todos los elementos para enriquecer el desarrollo de personaje, y Overmyer se lo toma perfectamente en serio. Los episodios de Bosch forman parte de un todo a resolverse, entenderse y valorarse como una unidad que es la temporada. Son capítulos de una historia (como es The Killing, True Detective, The Bridge y tantas otras). En la escuela de Simon, la mejor televisión requiere un lienzo más ámplio que los 40 minutos del policial televisivo clásico.
Para los guiones de los episodios, Overmyer se sirve del propio Connelly, de respetados autores como George Pelecanos y de colegas escritores de series como Los Sopranos. Sus realizadores no son tan logrados como Fukunaga en True Detective, y la serie a veces transita por una buena ristra de clichés de género y un puñado de elecciones poco inspiradas de casting; sin que estos la vuelvan predecible o la hagan naufragar. Se nota que en la adaptación de la página a la pantalla hubo mucho trabajo, consiguiendo que la versión televisiva sea superior incluso a algunas de sus novelas fuente (por lo menos más disfrutable que Echo Park y La ciudad de huesos).
Bosch, como Mozart en la Jungla y Transparent se suman a una lista de producciones sólidas de Amazon Studios que junto a sus apuestas para el próximo año (una adaptación de El hombre en el castillo de Philip Dick entre otras), la colocan junto a Netflix como una de las más importantes generadoras de contenido televisivo de calidad, en streaming o por cualquier otro medio.
Twitter @rgarciamainou
Para El Economista, Arte Ideas y Gente del miércoles 11 de marzo del 2015
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