183 – Saber compartir

Imagen del videoLa semana pasada un video estuvo rondando los más vistos en YouTube. El video, grabado con un teléfono celular, mostraba como Idalia Hernández, maestra del CBTis 103 (de Ciudad Madero, Tamaulipas), empezaba una clase bajo el pretexto de enseñar el uso responsable de las Redes Sociales.

La clase derivó en un reclamo a la alumna Marina González que unos días atrás había insultado a la maestra a través de su cuenta en Twitter. Para registrar el reclamo y que no hubiera malentendidos, la maestra pide a otras alumnas que graben la interacción. El video va a dar a YouTube, donde se convierte en un fenómeno viral. Pocos días más tarde rebasa los cinco millones de vistas, hasta que es retirado de la circulación, sea por la persona que lo compartió o la propia empresa a petición de terceros (YouTube es propiedad de Google).

En el video, podía verse cómo la maestra, que empezaba la clase con calma y hasta estrategia didáctica, hablando de responsabilidad, terminaba interpelando con emoción desbordada a la alumna, que sólo era capaz de musitar como excusa “no lo pensé”. La maestra, fuera de sí, le reclamaba por haberla llamado “perra” y “puta”, girando después su atención a otro estudiante, Omar Grimaldo, culpable de haber retuiteado (reenviado), el mensaje de su compañera. A ello siguió una exigencia de disculpa pública frente al salón (frente a la cámara).

Sus 15 minutosYouTube promocionó el video en su correo semanal de “grandes éxitos”, ese que envía Google a todos los usuarios de Gmail, en forma automática. Quizá una de las razones que aumentaron su visibilidad. La polémica llevó a los medios (esos que todavía se piensan a sí mismos como masivos) a mencionar y dar seguimiento a la noticia.

Algunos aspectos llaman la atención. Quizá el primero sea encontrar noticias en la prensa nacional que ni siquiera serían relevantes en el ámbito local. Me refiero, por supuesto a la suspensión de la maestra y su reubicación a actividades administrativas en respeto por su experiencia y trayectoria, la expulsión temporal de la imprudente tuitera o la definitiva del impávido retuitero. A estas trivialidades de la vida académica, la acompaña el recuento de acusaciones, la intención de levantar denuncias en derechos humanos y muchas opiniones. El grueso de las cuales, giró alrededor de la decisión de la maestra de exhibir a la alumna, respuestas a la no formulada pregunta: ¿hizo bien o hizo mal?.

Pobre GrimaldoImposible saber ahora si el video colado a YouTube fue parte de la lección por parte de la maestra (ella lo niega), una velada censura o guiño malévolo por parte de uno de los estudiantes de confianza que tuvieron la comisión de documentar el suceso. Sin duda, ni la maestra, el responsable de la grabación o la misma Marina, pensaron que su incidente iba a circular hasta cinco millones de personas en la red, más los lectores, radioescuchas, y televidentes que siguieron el reporte. La atención inesperada, sacó el asunto de proporción, dándole a la escuela, sus directivos, estudiantes y la misma maestra, sus quince minutos en el veleidoso e implacable ojo público.

Lo cierto es que los medios tradicionales todavía suelen ver a YouTube y las demás redes sociales como notas “de color” para complementar su oferta noticiosa. Videos chuscos para cerrar el noticiario o para exponer las rarezas que ve la gente en internet cuando no hay un editor de por medio. Poco importa si el video fuera más visto de lo que cualquier periódico será leído en semanas. Los medios aún asumen que el aura de respetabilidad que da el discernimiento editorial, tiene su peso, que los treinta segundos de comentario editorial, reciclado y tibio, del conductor de un noticiario suponen un valor añadido a las centenas de opiniones de “usuarios” que mereció el video en YouTube.

Los nuevos espectadores no nada más contemplan, se hacen partícipes del suceso con su opinión o su ánimo paródico. La etiqueta de Twitter #meofendocomolamaestradelcbtis se convierte en tendencia nacional. Decenas de videos, con fragmentos del original, simulaciones, o comentarios editoriales, inundan YouTube en busca de la atención que recibió el primero.

Auténtico o no?El grueso de los juicios se concentran en si la maestra hizo bien en exhibir a la alumna o si falló al alterarse y repetir los insultos con voz quebrada. Pocos cuestionan su imprudencia al documentar el suceso de una manera que podía ser filtrada a la red. De la exhibición de sus alumnos, inclusive los que no la insultaron, convertida en una mejor lección del uso irresponsable de las redes sociales.

Para completar la ironía, fue casi providencial que ese fuera precisamente el tema de la clase filtrada. Lo que pretendió ser una suerte de lección moral para dos jovencitos imprudentes, terminó como una lección moral para una maestra aún más imprudente. No porque sienta su dignidad ofendida por un pueril insulto en Twitter, o pierda la compostura que tanto impostó al inicio de la clase donde se sabía grabada. Su pecado fue “jugar con fuego”, o si se vale otra analogía, pretender señalar la pala, cubeta y el castillito de arena, cuando detrás viene un tsunami. ¿Podía la maestra anticipar la filtración y el consiguiente revuelo? Probablemente no, aún si el video “viral” es ya cliché en la cultura mediática reciente.

Es posible que la lección más importante sea que los nuevos medios masivos merecen mayor atención y análisis. Que su naturaleza vertiginosa y alcance repentino y caprichoso los convierte por igual en una herramienta y una potencial maldición. Que el término viral es tan descriptivo como apropiado en su paralelismo con la naturaleza. Y que aún está por verse si es posible su uso responsable, por lo menos bajo lo que solíamos entender por responsabilidad.

Twitter @rgarciamainou

Para El Economista, Arte Ideas y Gente, del miércoles 18 de septiembre del 2013

Ligas de interés

El video original fue subido nuevamente a la red por otro usuario:

18 Replies to “183 – Saber compartir”

Comments are closed.