43 – Tres batallas, tres estampas de la FIL 2010

1.La fama y la literatura

Desde hace dos años, para evitar las largas filas obstruyendo los corredores del área nacional; la FIL instituyó un módulo donde los autores, por los menos los más populares, realizan la firma de libros.

Se trata de un área de aproximadamente de cinco metros por cinco, que suele acordonarse, en el centro del nuevo edificio o zona internacional. A ella confluyen largos corredores que dan perfecto sitio a las filas de lectores ávidos por tomarse una foto y recibir una dedicatoria del autor en turno.

Mientras que algunos sólo requieren de unos minutos al final de la ponencia o presentación, firma que se solventa en el pasillo. Y otros convocan a los lectores al stand de su casa editorial, el área acordonada de la zona internacional sólo se destina para los que presume arrastrarán multitudes.

El domingo 28 por la tarde estaba convocada la firma de ejemplares de Oscura, segunda entrega de la aburrida trilogía de vampiros de Guillermo del Toro y Chuck Hogan, (empezada en Nocturna). Del Toro es de Guadalajara y un director de cine muy talentoso, pero si soy honesto, sus aptitudes literarias, fuera de los guiones de sus películas, todavía están por demostrarse. Aún así, la fila expectante de todas las edades, abrazando ejemplares de los libros editados por SUMA, y hasta alguno que otro DVD, desbordaba los pasillos.

Cientos de personas se formaron por más de dos horas para recibir el autógrafo del cineasta, complicando el, a veces, apretado calendario de la FIL que tenía programada inmediatamente después, la firma del Premio Nobel 2008, J.M.G. Le Clézio.

La gran sorpresa para los editores de Tusquets, fue atestiguar la larga fila de lectores, que con uno o dos ejemplares de la obra del francés, empezaron a alinearse junto a los fans de Del Toro. Una mesa apuraba la venta de ejemplares de último minuto, mientras el acceso era custodiado por elementos de seguridad que dejaban pasar a la gente a cuentagotas.

Detrás del cordón, Jean Meyer que había acompañado a Le Clézio en la inauguración del salón literario de la FIL, charlaba con los editores españoles de Tusquets. “Todavía hay esperanza”, me dice uno de ellos, radiante, minutos después.En la vieja batalla entre los súper ventas y los libros que enorgullecen el catálogo de los editores, se había declarado un satisfactorio empate.

2. Bolsillo por bolsillo

Cada año, los editores se rebanan los sesos inventando esquemas para destacar sus stands y volverlos más atractivos para los visitantes. Algunos reparten volantes, pulseras de tela, globos, pelotas de hule, vino tinto o dulces. Guapas edecanes, desenvueltos vendedores y hasta algún merolico convocan al turista cultural a pasar cruzar el umbral del stand en turno.

Pocas veces, la invitación implica que el paseante sacrifique algo más que unos minutos o algunos pesos. Este año, a alguna mente brillante en Random House Mondadori, se le ocurrió la genial idea de poner un tablero de corcho en la entrada de su área de exhibición, con una simple propuesta: “Córtate el bolsillo y te regalamos un libro DeBolsillo”. Contrariamente a lo que se hubiera pensado, el tablero, en sólo un par de días de feria se ha ido llenando con distintos bolsillos amputados de pantalones, camisas o blusas: mezclilla, algodón con lunares azules, uno que otro botón.

En la vieja batalla entre la vanidad, la moda; y la cultura, se ha logrado una victoria simbólica. Del sacrificio de una prenda, se obtiene un libro “gratis” ¿Y qué mexicano es capaz de resistirse a la palabra “gratis”?

3. Alumnos aplicados

Además de llenar camiones escolares con jovencitos para que se den su baño de cultura (y lectura), algunas escuelas de Guadalajara, dejan a sus alumnos una tarea muy específica. Deberán asistir a una presentación, recabar la ficha bibliográfica del libro en cuestión; y tomarse una fotografía con el autor.

Algunos ingeniosos, aprovechan alguna de los enormes rostros que tapizan la entrada de los stands o la exhibición del país invitado. Se toman la foto y están listos para partir. La mayoría espera la firma de libros de algún autor, exigen a los edecanes pasar por delante “un segundito”, y se toman la foto con cámara o celular.

Tampoco es extraño encontrarse muchachos que esperan en los pasillos interrogando a los paseantes con gafete rojo de profesional o morado de participante preguntándoles si son escritores. Un segundo después del click, y de anotar la referencia en su cuaderno con pluma Bic azul, el interés desaparece. No importa quién es o qué escribe.

En la vieja batalla entre la promoción de la lectura y la apatía en el salón de clases, se declara una pasmosa victoria de la segunda, sea porque sigue sin encontrarse la estrategia adecuada. Aunque, ¿quién sabe? Quienes creen que la cultura y la lectura se contagian por contacto, siguen pensando que a lo mejor con estar ahí es suficiente. El tiempo lo dirá.

Para El Economista – Arte, ideas y gente – miércoles 1 de diciembre del 2010

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